Psiconeuroinmunobiología.
El efecto de las palabras no dichas...
Qué bueno que médicos prominentes nos empiecen a considerar como un "todo"!!!
Entrevista al Dr. MARIO ALONSO PUIG.
CIRUJANO
Tengo 48 años. Nací y vivo en Madrid. Estoy casado y
tengo tres niños. Soy cirujano general y del aparato
digestivo en el Hospital de Madrid. Hay que ejercitar y
desarrollar la flexibilidad y la tolerancia. Se puede
ser muy firme con las conductas y amable con las
personas. Soy católico. Acabo de publicar Madera líder
(Empresa Activa).
ENTRENAR
Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y
los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son
nuestros pensamientos los que en gran medida han creado
y crean continuamente nuestro mundo.
"Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión
tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La
zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más
avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas
y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está
tremendamente influída por el sistema límbico, que es nuestro cerebro
emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo
acaba mostrando". Hay que entrenar esa mente.
-Más de 25 años ejerciendo de cirujano. ¿Conclusión?
-Puedo atestiguar que una persona ilusionada, comprometida y que confía
en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su
trayectoria.
-¿Psiconeuroinmunobiología?
-Sí, es la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento,
la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que
desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una
forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de
forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios
físicos muy profundos.
-¿De qué se trata?
-Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo en
un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación
delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio
permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento
del cerebro y en la constelación hormonal.
-¿Qué tipo de cambios?
-Tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje
localizadas en el hipocampo. Y afecta a nuestra capacidad intelectual
porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias
para tomar decisiones adecuadas.
-¿Tenemos recursos para combatir al enemigo interior, o
eso es cosa de sabios?
-Un valioso recurso contra la preocupación es llevar la atención a la
respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir
cambios en el cerebro. Favorece la secreción de hormonas como la
serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos cerebrales
entre los dos hemisferios.
-¿Cambiar la mente a través del cuerpo?
-Sí. Hay que sacar el foco de atención de esos pensamientos que nos
están alterando, provocando desánimo, ira o preocupación, y que hacen
que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Es
más inteligente -no más razonable- llevar el foco de atención a la
respiración, que tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.
-¿Dice que no hay que ser razonable?
-Siempre encontraremos razones para justificar nuestro mal humor, estrés
o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento. Pero cuando
nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece
otra línea. Son más importantes el qué y el por qué que el cómo. Lo que
el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.
-Exagera.
-Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos
como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una
interpretación de la realidad.
-Más recursos...
-La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con
tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron
hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente
personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar
físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les
generaban estas enfermedades.
-¿Podemos cambiar nuestro cerebro con buenas palabras?
-Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una
frase tremendamente potente que en su momento pensamos que era
metafórica. Ahora sabemos que es literal: "Todo ser humano, si se lo
propone, puede ser escultor de su propio cerebro".
-¿Seguro que no exagera?
-No. Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras
emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del
observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo
que es, vemos el mundo que somos.
-¿Hablamos de filosofía o de ciencia?
-Las palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden
activar, por ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas
y los procesos mentales. Científicos de Harward han demostrado que
cuando la persona consigue reducir esa cacofonía interior y entrar en el
silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80%.
-¿Cuál es el efecto de las palabras no dichas?
-Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se
transmite: la percepción va más allá de la razón. Según estudios de Albert
Merhabian, de la Universidad de California (UCLA), el 93% del impacto
de una comunicación va por debajo de la conciencia.
-¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
-El miedo nos impide salir de la zona de confort; tendemos a la seguridad
de lo conocido, y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que
salir de esa zona.
-La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente.
-Reaccionamos según unos automatismos que hemos ido incorporando.
Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya
espontaneidad primero ha de haber preparación, si no sólo hay
automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el
entrenamiento de la mente.
-Déme alguna pista.
-Cambie hábitos de pensamiento y entrene su integridad honrando su
propia palabra. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos
alteramos físicamente nuestro cerebro. El mayor potencial es la
conciencia.
-Ver lo que hay y aceptarlo.
-Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos
cambiar. Lo que se resiste, persiste. La aceptación es el núcleo de la
transformación.
HAY QUE CREERLO PARA CREARLO
HAY QUE DECRETARLO
PARA CONCRETARLO
Recibimos y agradecemos aportes, críticas, y todo lo que contribuya a construir y fortalecer los vínculos...
...por supuesto siempre estará incompleto y pronto para los cambios.
"Todo está listo: el agua, el sol y el barro
pero si falta usted no habrá milagro "
viernes, 25 de febrero de 2011
domingo, 13 de febrero de 2011
Y tan contenta...
"Como un sendero del bosque
que poco a poco se va borrando,
así, se me va la vida buscando...
buscando en la espesura,
buscando a tientas,
buscando una salida, toda la vida,
sin darme cuenta...
buscando una salida,
soñando un bosque abierto
y un cielo inmenso que me sorprenda...
de dentro a afuera me espera otra mujer,
que soy yo misma, me espera un corazón
mi propio corazón...y tan contenta...
y tan contenta, y tan contenta...
ay que momento, ay que momento
para que a mi me estallen mis pensamientos,
vaya momento, vaya momento
para que a mi me estallen mis sentimientos...
buscando una salida, dentro de mi alma,
buscando fuerza, que tire para arriba
toda la vida, que me estremezca...
Y tan contenta, y tan contenta...
ay que momento, ay que momento
para que a mi me estallen mis pensamientos,
vaya momento, vaya momento
para que a mi me estallen mis pensamientos... Letra: Mignogna- Música:Paco Ortega
que poco a poco se va borrando,
así, se me va la vida buscando...
buscando en la espesura,
buscando a tientas,
buscando una salida, toda la vida,
sin darme cuenta...
buscando una salida,
soñando un bosque abierto
y un cielo inmenso que me sorprenda...
de dentro a afuera me espera otra mujer,
que soy yo misma, me espera un corazón
mi propio corazón...y tan contenta...
y tan contenta, y tan contenta...
ay que momento, ay que momento
para que a mi me estallen mis pensamientos,
vaya momento, vaya momento
para que a mi me estallen mis sentimientos...
buscando una salida, dentro de mi alma,
buscando fuerza, que tire para arriba
toda la vida, que me estremezca...
Y tan contenta, y tan contenta...
ay que momento, ay que momento
para que a mi me estallen mis pensamientos,
vaya momento, vaya momento
para que a mi me estallen mis pensamientos... Letra: Mignogna- Música:Paco Ortega
sábado, 12 de febrero de 2011
viernes, 11 de febrero de 2011
Usalo y no lo tires
Para los de más de 40. (Eduardo Galeano)
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se
desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.
No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡ minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí Eduardo Galeano.
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se
desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.
No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡ minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí Eduardo Galeano.
Equilibrio interno
Formamos parte de la naturaleza y por tanto participamos en todas sus etapas
nacimiento, crecimiento, desarrollo, madurez, muerte.
Es el ciclo de la vida; podemos poner ejemplos: el ciclo de las plantas; el de las estaciones: el de los animales... Acá entonces meditamos:
Cuando abrimos la mente y vemos como trabaja nuestro cuerpo, conocemos que tiene mecanismos homeostáticos para mantener su equilibrio interno tal cual lo hacen los otros seres vivos de la Naturaleza.
EL HIPOTÁLAMO,(región del encéfalo donde se encuentra el centro de la actividad simpática de la vigilia, del sueño y de la regulación térmica), regula la temperatura del cuerpo.
LA GLÁNDULA TIROIDES, en la base de la garganta, trabaja para equilibrar el ritmo de nuestro metabolismo.
LA PITUITARIA funciona para regular todas las glándulas endócrinas.
De acuerdo con los clásicos chinos, los ocho canales reguladores especiales controlan todos estos importantes mecanismos de autorregulación que posee el cuerpo para mantener la salud.
El Yoga nos permite estimular el flujo de energía por los canales reguladores. Implica aprender a moverse y respirar en armonía, a estar de acuerdo con nosotros mismos y con nuestro entorno. Estos movimientos armoniosos nos permitern relajarnos totalmente y recargarnos de energía.
La circulación se intensifica aún más mediante la visualización mental, que trabaja para dirigir la energía por estos conductos especiales.
nacimiento, crecimiento, desarrollo, madurez, muerte.
Es el ciclo de la vida; podemos poner ejemplos: el ciclo de las plantas; el de las estaciones: el de los animales... Acá entonces meditamos:
Cuando abrimos la mente y vemos como trabaja nuestro cuerpo, conocemos que tiene mecanismos homeostáticos para mantener su equilibrio interno tal cual lo hacen los otros seres vivos de la Naturaleza.
EL HIPOTÁLAMO,(región del encéfalo donde se encuentra el centro de la actividad simpática de la vigilia, del sueño y de la regulación térmica), regula la temperatura del cuerpo.
LA GLÁNDULA TIROIDES, en la base de la garganta, trabaja para equilibrar el ritmo de nuestro metabolismo.
LA PITUITARIA funciona para regular todas las glándulas endócrinas.
De acuerdo con los clásicos chinos, los ocho canales reguladores especiales controlan todos estos importantes mecanismos de autorregulación que posee el cuerpo para mantener la salud.
El Yoga nos permite estimular el flujo de energía por los canales reguladores. Implica aprender a moverse y respirar en armonía, a estar de acuerdo con nosotros mismos y con nuestro entorno. Estos movimientos armoniosos nos permitern relajarnos totalmente y recargarnos de energía.
La circulación se intensifica aún más mediante la visualización mental, que trabaja para dirigir la energía por estos conductos especiales.
martes, 8 de febrero de 2011
¿ Por qué somos como somos?
Con un lenguaje sencillo y mucho sentido del humor, la psicóloga chilena Pilar Sordo explica cómo son las diferencias entre mujeres y hombres -ya partir de ahí cómo nos manejamos en la vida-.
Hace 25 años que Pilar ejerce la Psicología clínica y da conferencias. Sin embargo, es sólo en tiempos recientes que esta mujer de 44 años (cumple 45 el 22 de octubre), chilena de Térmico, dulce su cara, su acento, su actitud ante la vida, inteligente y clarísima, trascendió las fronteras de su país y asomó como el boom de la autoayuda en buena parte de Latinoamérica. La aparición de su libro ¡Viva la diferencia! (...y el complemento también), que batió todos los récords de venta, y la multiplicación de sus videos por Internet, la catapultaron a la fama de "gran gurú de estos tiempos", seguida con admiración por millones de mujeres.
—¿Qué tiene de diferente su libro con los muchos otros de autoayuda que agobian el mercado?
—El mío responde a una seria investigación que duró 4 años, donde entrevisté a 4.000 personas con edades de 5 a 90 años, de ambos sexos y diferencias socioeconómicas. Además, está escrito en un lenguaje supersencillo —que es mi objetivo cuando hablo y escribo— para que me pueda entender el 90% de la gente que no tiene acceso a un psicoanálisis. Todos mis libros poseen sentido del humor, porque yo me río de mí misma. Y humildemente aspiro a entregar alguna pequeña luz que mejore la espiritualidad, el sentido de trascendencia y la calidad de vida de la persona que lo lee.
Con altibajos sentimentales y pérdidas que la marcaron, Pilar tiene dos hijos (Christian, de 19 años, y Nicole, de 16) de su primer matrimonio que duró 11 años. Se separó, y a la nueva pareja que tuvo la califica de disfUncional ("Esa clásica cosa de las mujeres que intentamos salvar hombres y no nos resulta. Pero aprendí mucho'). Luego de esta nueva separación estuvo muchos años sola, hasta que apareció en su vida un hombre "maravilloso", definitivo, ideal. Lo conoció cuando ella fué a dar un seminario en su empresa minera Los pelambres. ("Hay gente que se muere sin encontrarlo. Yo lo encontré y fue un privilegio'). Cuatro años después, ese hombre maravilloso. Osear Letclier (ella pronuncia Óscar, con acento), caía fulminado por un cáncer. ("Puedo vivir hoy perfectamente sin un hombre al lado, porque siento que Osear está todo el tiempo conmigo. Y mi anhelo de reencontrarme con él es tan grande, que sé que es una cuestión de tiempo esta separación'). Hace un año y medio que Pilar quedó viuda. 'Pero mientras tenga el alma llena de sueños y de proyectos, no voy a sentir vacíos. Eso es lo que tendrían que hacer todas las mujeres para enfrentar los avalares de la vida", afirma con contundencia.
APRENDER DEL OTRO. NO COMPETIR
—Una primera diferencia que usted señala es que la mujer tiende a "retener" y el hombre a "soltar". ¿Cómo lo prueba?
—En varias cosas. La mujer no puede generar vida si no tiene capacidad de retener a un bebé dentro de sí misma. En el hombre los espermatozoides deben salir sí o sí, en cambio la mujer está diseñada para retener líquido y grasa en mayor proporción que los hombres. De ahí la temible celulitis (risas). Estas características que parecen estrictamente biológicas, podemos extrapolarlas a otros ámbitos. En la vida cotidiana, la mujer no tira casi nada: guarda alimentos en la heladera por si puede usarlos en otra comida, nunca vacía su cartera repleta de cosas "por las dudas", guarda ropa y cosas viejas por si las necesita algún día, cuando viaja pone en la valija cosas por si llueve, si hay sol, si hay viento, si hace frío. También "retiene" los primeros dibujos de sus hijos en la escuela, no se desprende de la primera flor o carta de amor que recibió. Somos incapaces de desprendernos de cosas que tienen un valor afectivo. Somos más lentas que los hombres para olvidar y desprendernos de los conflictos y pasar a otra etapa. Los hombres, en cambio, están centrados en un objetivo, y pueden pasar de un objetivo a otro con mucha rapidez. Se desprenden fácilmente de los conflictos afectivos, y avanzan. Piensan que no ganan nada con preocuparse con las cosas que no pueden solucionar.
—Las feministas sostienen que fue una larga cultura machista la que relegó a la mujer a ciertos roles. ¿No cree que hubo alguna influencia?
—No, porque las conclusiones que yo planteo en la investigación no tienen misión de juicio. No hay características que sean mejores o peores. La estructura machista o la feminista tiende en la base a la descalificación del otro. Lo que se descubrió en la investigación —independiente de lo que yo pueda o no plantear— tiene que ver con la valoración de lo femenino y lo masculino en términos reales, no como un juicio de cuál es mejor. Si una mujer decide quedarse en la casa, eso no la hace menos que alguien que esté trabajando afuera en términos públicos. No hay un valor de juicio. Al contrario, por eso el libro se llama ¡Viva la diferencia! (... y el complemento también). Lo que planteo es el aprender del otro, y no competir con el otro.
—Casi todos los protagonistas de la historia fueron hombres. No hace demasiado tiempo que la mujer empezó a ascender en la escala del poder político o empresarial. ¿A qué se debe?
—Yo creo que las mujeres tenemos un techo de vidrio propio, que nos autofrenamos en el tema del logro laboral por otra cosa: que las mujeres necesitamos sentirnos necesarias, y por lo tanto nuestro mundo en lo emocional es muy importante. Si alguna tarea cotidiana a la mujer le causa agobio o no le gusta, ¿qué hace? Se queja, protesta constantemente, llora, pero no la deja de hacer. "Nadie lo hace mejor que yo", dice. Es como si su identidad o su autoestima estuvieran determinadas por lo que ella hace, y no por lo que ella es. Por lo tanto hay mucho de autoboicot en el mundo femenino para no ascender. De autoboicot y de miedo.
—¿Cómo se modifica eso?
—Si la mujer rompe ese techo de vidrio, rompe las culpas, y logra disfrutar del presente sin sentirse indispensable —pero sí necesaria— ella puede llegar adonde quiera llegar. Yo confio en la meritocracia. Y eso no tiene género. Pero la mujer tiene que aprender a soltar, para que cada uno de los miembros de la familia se hagan responsables de lo que le corresponde a cada uno, y no hacerse cargo ella de todo lo que pasa dentro de la casa. Hay algo humorístico como, por ejemplo, que el 70% de las mujeres adultas consultadas, no cerraba la puerta del baño para hacer pipí, porque podría ser requerida para algo.
"EL HOMBRE NO PUEDE CONCENTRARSE EN VARIAS COSAS A LA VEZ"
—Usted dice que la mujer necesita sentirse necesariay el hombre necesita sentirse admirado. ¿La mujer no necesita sentirse admirada?
—También necesita ser admirada. Y el hombre también necesita ser necesario. Pero en porcentaje mayoritario, las cosas se dan así. El hombre es más egoico, más centrado en sí mismo. Eso no los hace malos o egoístas. Pero el hombre tiene que aprender a retener, a preocuparse más por los afeaos, por las personas que ama. Entender que las cosas se consttuyen de a poco, y no solamente sobre la base de objetivos logrados. En ese sentido, podemos decir que la mujer valora más el proceso emocional que los objetivos. En cambio, el hombre valora más el objetivo, y no considera de importancia los procesos emocionales. Un ejemplo simple es cuando van juntos a un supermercado. El hombre irá directamente a los productos que le hacen falta. En cambio las mujeres recorrerán todos los pasillos para descubrir alguna otra cosa que podría embellecer su casa o mejorar el confort de los suyos. Esto los hombres no lo entienden. Ni lo aceptan.
—Eso tiene que ver con otra cosa que usted sostiene: que el hombre es monofocaly la mujer multifocal.
—Sí. Los hombres tienen la capacidad de centrarse en una sola cosa. En cambio las mujeres, ncurológicamcntc, tienen capacidad para concentrarse en varias cosas a la vez. Es frecuente ver a las mujeres mirando televisión, planchando, hablando por teléfono y, al mismo tiempo, revisando el cuaderno de sus hijos. A los hombres, en cambio, no les gusta ver televisión y hablar al mismo tiempo, porque eso significaría desconcentrarse de una de las dos cosas, y lo pondría de muy mal humor. A veces, por ser multifocalcs, las mujeres podemos ser mis imprccisas.Y nos cuesta llegar a objetivos más concretos. Pero eso no quiere decir que no los logremos. Nosotros valoramos más los detalles, por lo tanto nos podemos ir demorando más, pero no porque seamos más lentas, sino que frente a cada objetivo, vamos mirando una multiplicidad de detalles, y en eso vamos considerando distintos aspectos que los hombres muchas veces no ven. Y al final, nuestras decisiones pueden terminar enriquecidas.
—Todavía, a igual trabajo, las mujeres cobran menos sueldo. ¿A qué lo atribuye?
—Eso forma parte de una cultura machista absoluta que pretende compensar esas diferencias con el pre y post natal. Y que castiga a la mujer en la edad fértil, en la etapa reproductiva. Pero eso no tiene nada que ver con mi investigación. Eso tiene que ver con una estructura machista y patriarcal que muchas veces las mujeres reforzamos. Cuando yo hablo de igualdad, no hablo de equidad, ni de igualdad de oportunidades, que son dos cosas superdistintas. Por la equidad y por la igualdad de oportunidades yo voy a pelear toda la vida, porque es en base al mérito que la gente tiene que ser medida y no en base a su condición de genero o su condición sexual. Decir que hombres y mujeres somos iguales, es un error en términos psicológicos, porque sino no aprendemos del otro. Y porque lo que genera esta supuesta igualdad es una competencia que está enmarcada desde la rabia. Afortunadamente, somos distintos.
EL ANTES Y EL DESPUÉS DEL SEXO
—Usted dice también que la mujer es auditiva y el hombre es visual. ¿Cómo se manifiesta eso?
—Fundamentalmente, en que los hombres son más adictos a la pornografía, y las mujeres al chat. La connotación que le damos las mujeres a lo que escribimos o nos escriben, depende más de las variables emocionales y afectivos y no de un criterio objetivo expresado en la conversación. Nosotros necesitamos que nos digan que nos quieren, que nos vemos bonitas. Los hombres necesitan "ver" a una mujer contenta. Los hombres se manejan de acuerdo al impacto visual que le generan las cosas, y en base a eso juzgan y evalúan. Por lo mismo, no tienen intuición, o la tienen mucho menos desarrollada que nosotras. Porque nosotras, al no ser visuales, y al ser auditivas, y más bien sensitivas, nuestra forma de percibir el mundo tiene que ver con claves que el hombre no percibe. No es casual que no haya pro-liferado la ropa interior masculina a la par de la femenina. Nosotras somos mucho más capaces de percibir las energías de un lugar o la buena o mala vibra de alguien, que los hombres. ¿Por qué los hombres no pueden percibir esas energías? Porque no tienen códigos visuales que las representen.
—Un ejemplo.
—Desde lo biológico, el hombre ve todo lo que produce. Él ve alando hace pis, él ve cuando está excitado porque hay una erección. El ve cuando termina el acto sexual porque hay una eyaculación y hay un producto que él genera, hay un logro, hay un objetivo cumplido. En cambio las mujeres, cuando vamos al baño, sentimos y escuchamos que estamos haciendo pipí, pero no lo vemos. Una mamá atando amamanta y da el pecho, objetivamente ella no ve la leche. Ella siente que la guagua (bebé) succiona. Cuando estamos excitadas sexualmente, no hay nada que indique que nosotras nos excitamos, sino que liay una sensación que nos hace traducir que eso está oai-rriendo. Cuando tenemos un orgasmo, tampoco hay nada biológico que yo pueda observar nítidamente, a no ser que sea una experta en fisiología (risas). Por eso, el orgasmo lo podemos fingir o exagerar, porque no hay recursos visuales para comprobarlo. Podemos ser eternamente mentirosas y nadie nos va a pescar (risas).
—¿Y cómo es la actitud de un hombre y una mujer frente al sexo?
—Las mujeres aprecian más el antes y el después que el durante. El durante es el que más tiene que ver con la penetración, que es un objetivo masculino. En el fondo, no es que las mujeres no gocen durante, pero el durante es un tema masculino. Está centrado en el objetivo que el hombre tiene que cumplir, que es la penetración. El preámbulo y los arrumacos posteriores, es lo que le da a la mujer la sensación de que es querida. La penetración en sí misma, sola, si no se vive el antes y el después, se puede traducir como una utilización sexual, y no en la valoración de una intimidad y en compartir un mundo íntimo en forma más profunda.
"LA MUJER ES MAS DEPENDIENTE QUE EL HOMBRE"
—La supuesta liberación femenina, ¿no aumentó la carga de responsabilidad de las mujeres, que deben cumplir un doble turno si trabajan afuera?
-No es que la mujer esté más agobiada de responsabilidades. Lo que nos falta a las mujeres —y es el desafío de la mujer del siglo XXI, a mi juicio y de acuerdo a la investigación— es tener la capacidad de disfrute de lo privado y de lo público. Mientras nosotras sintamos que todo es un peso y una carga, donde somos víctimas de una doble jornada, evidentemente todo se hace más difícil. Yo creo que el tener que salir de la casa para traer dinero, no lo tendríamos que sufrir como un peso. Eso tendría que ser un privilegio, algo que debiéramos hacer gozosamente y no victimizándonos.
—¿Pero la mujer no siente más culpa al dejar a sus hijos solos?
—Por supuesto. Pero yo creo que la culpa tiene que ver con la poca capacidad de conexión con el presente. Tenemos que aprender de los hombres a disfrutar del trabajo. Estar preoaipada por los que amamos por qué no puede ser un privilegio, por qué tiene que ser un peso. Por qué no puedo desde mi oficina preocuparme por que le den el antibiótico cada 8 horas a mi lujo, por ejemplo. Y sentir también que desde la motivación del trabajo, le estoy dando a mi hijo un testimonio de vida. Es importante que ellos vean esc esfuerzo y esa validación.
—De la lectura de sus libros, la mujer aparece más dependiente del hombre, que el hombre de la mujer. Ellos se separan, por ejemplo, y rápidamente encuentran una reemplazante sentimental. —Es que nosotras somos más dependientes en general de todos los vínculos emocionales, no solamente del hombre. La mujer está contenta cuando la gente que ella quiere está bien con ella. Y los hombres, como están demasiado centrados en los objetivos, pueden trascender los afectos.
Para ellos es más fácil cerrar y dar vuelta la página, así pueden seguir avanzando Si te fijas en las calles, siempre vas a ver más mendigos hombres que mendigas mujeres. Eso tiene que ver con que como los hombres siempre están preocupados en los objetivos, y nunca cuidaron los afectos, a la larga muchos de ellos terminan solos y enfermos. En cambio las mujeres, como siempre nos hemos preocupado de los detalles y de los afeaos, vamos a terminar acompañadas por alguien que nos va a cuidar de viejas, digamos.
—Usted habla de "¡a violencia del silencio" en una pareja. ¿Qué daña más, la violencia psicológica o la física?
—La violencia psíquica es más destructiva y a la larga puede ser peor en términos de consecuencia. La violencia física, explícita, genera daños, pero yo sé a quién me enfrento. Pero esta cosa de desconfirmar la existencia del otro, de decir: "Tú no estás, ni no existes, yo no te veo, no hablo contigo" es mucho más dañina porque tiene que ver con un atentado a la profunda identidad del ser. Y eso tiene consecuencias muy serias a lo largo de la vida.
"APAGUEMOS LAS PANTALLAS"
—Vayamos a los jóvenes. ¿Por qué cree que consumen cada vez más alcohol y drogas?
—Fundamentalmente porque los adolescentes no tienen habilidades sociales que les permitan reírse a carcajadas sin estar borrachos. No saben cómo se hace. No saben entretenerse. Nadie se los ha enseñado, porque no les hemos enseñado a conversar. Desapareció definitivamente la sobremesa. El déficit emocional, la falta de habilidad social es lo que hace que hoy expresen todo en un teclado, y no lo puedan hablar de frente. La hipocresía de los pósteos, del fotolog o de cualquier página donde puedan decir atrocidades —sin tener idea del daño que producen, escudados en una cobardía y en un disfraz horroroso— hace que cuando están frente a frente al otro, no sepan cómo hablar. No sepan qué decir. Y para eso es indiscutible que el alcohol y las drogas les dan una ayuda indiscutible, porque les facilita la posibilidad de conversación, de reírse, de mirarse a los ojos, de poder entrar en una mtimidad sexual sin tener mucha conciencia. De aislarse del mundo adulto o de las responsabilidades que tan malamente le estamos mostrando a ellos, y que tendrán que enfrentar algún día. Porque los jóvenes no quieren copiar a una generación —dicho por ellos— que no hace nada importante, sólo cosas urgentes. Que anda enojada todo el tiempo. Que olvidó los ideales. Que trabaja todo el día y no sabe por qué. Y que les cobra todo el día un esfuerzo y cansancio que ellos no pidieron. Un mundo donde las pantallas están inundando las casas.
—Queda poco tiempo para el diálogo.
—Las pantallas inundaron nuestras casas. Los que ejercemos el control sobre las pantallas somos nosotros. Nosotros somos más evolucionados que las pantallas. Podemos decidir cuándo las prendemos, qué vemos, cuándo las apagamos para darle un espacio a la conversación. Cuándo apagamos un teléfono celular.
Paradójicamente, dejamos de comunicarnos en un mundo que invita a la comunicación. Es como que los seres humanos nos hemos quedado callados y las pantallas empezaron a hablar. Cambiar eso depende de los padres. Tienen que entender que los que gobiernan la familia son ellos. Que tienen que recuperar la autoridad que perdieron en pos de tratar de ser amigos de sus hijos. Es un tremendo error. En la medida en que los padres vuelvan a gobernar las casas y vuelvan a establecer límites y a decir "no", y vuelvan a hacer valorar la escasez, a valorar lo poco para poder gozar de lo mucho, los jóvenes recuperarán los valores y un temple firme y sólido. Urge perderle el miedo al conflicto con los hijos. Hay que pagar ese costo, si uno quiere ayudarlos a crecer.
—A esa adicción a la pantalla usted la llama "lageneración on-off".
—Exacto. Lo traté en mi otro libro No quiero crecer. Todo lo prenden y todo lo apagan, y esperan que el mundo funcione igual. No quieren esperar, lo quieren todo y de inmediato, no saben aburrirse, no son disciplinados, tienen escasa tolerancia a la frustración. Por eso establecen relaciones afectivas rápidas, intensas, pero fácilmente descartables. Les estamos haciendo la vida demasiado fácil, y la propia vida se encargará de demostrarles lo difícil que es, si no hay aprendizajes previos. Ellos no saben que el aburrimiento puede ser muy creativo. Lo fue en nuestra infancia, donde no había tantas cosas y teníamos que inventar juegos caseros. No tengo una visión muy negativa de los adolescentes. Creo que es una generación muy verdadera, pero confundida. Sin ídolos o modelos a seguir. Pareciera que el rol de la familia hoy es tener la mayor cantidad de cosas posibles, porque sólo así podremos ser felices. Falta espiritualidad. Estos jóvenes manejan todo, salvo la propia vida. Y buscan todo afuera.
—¿Le gustaría volver a enamorarse, Pilar?
—A mí me ha tocado una vida muy difícil. He tenido muchos dolores y por lo tanto aprendí hace mucho que no puedo decir lo que quiero que pase.
Por: Renee Sallas
Hace 25 años que Pilar ejerce la Psicología clínica y da conferencias. Sin embargo, es sólo en tiempos recientes que esta mujer de 44 años (cumple 45 el 22 de octubre), chilena de Térmico, dulce su cara, su acento, su actitud ante la vida, inteligente y clarísima, trascendió las fronteras de su país y asomó como el boom de la autoayuda en buena parte de Latinoamérica. La aparición de su libro ¡Viva la diferencia! (...y el complemento también), que batió todos los récords de venta, y la multiplicación de sus videos por Internet, la catapultaron a la fama de "gran gurú de estos tiempos", seguida con admiración por millones de mujeres.
—¿Qué tiene de diferente su libro con los muchos otros de autoayuda que agobian el mercado?
—El mío responde a una seria investigación que duró 4 años, donde entrevisté a 4.000 personas con edades de 5 a 90 años, de ambos sexos y diferencias socioeconómicas. Además, está escrito en un lenguaje supersencillo —que es mi objetivo cuando hablo y escribo— para que me pueda entender el 90% de la gente que no tiene acceso a un psicoanálisis. Todos mis libros poseen sentido del humor, porque yo me río de mí misma. Y humildemente aspiro a entregar alguna pequeña luz que mejore la espiritualidad, el sentido de trascendencia y la calidad de vida de la persona que lo lee.
Con altibajos sentimentales y pérdidas que la marcaron, Pilar tiene dos hijos (Christian, de 19 años, y Nicole, de 16) de su primer matrimonio que duró 11 años. Se separó, y a la nueva pareja que tuvo la califica de disfUncional ("Esa clásica cosa de las mujeres que intentamos salvar hombres y no nos resulta. Pero aprendí mucho'). Luego de esta nueva separación estuvo muchos años sola, hasta que apareció en su vida un hombre "maravilloso", definitivo, ideal. Lo conoció cuando ella fué a dar un seminario en su empresa minera Los pelambres. ("Hay gente que se muere sin encontrarlo. Yo lo encontré y fue un privilegio'). Cuatro años después, ese hombre maravilloso. Osear Letclier (ella pronuncia Óscar, con acento), caía fulminado por un cáncer. ("Puedo vivir hoy perfectamente sin un hombre al lado, porque siento que Osear está todo el tiempo conmigo. Y mi anhelo de reencontrarme con él es tan grande, que sé que es una cuestión de tiempo esta separación'). Hace un año y medio que Pilar quedó viuda. 'Pero mientras tenga el alma llena de sueños y de proyectos, no voy a sentir vacíos. Eso es lo que tendrían que hacer todas las mujeres para enfrentar los avalares de la vida", afirma con contundencia.
APRENDER DEL OTRO. NO COMPETIR
—Una primera diferencia que usted señala es que la mujer tiende a "retener" y el hombre a "soltar". ¿Cómo lo prueba?
—En varias cosas. La mujer no puede generar vida si no tiene capacidad de retener a un bebé dentro de sí misma. En el hombre los espermatozoides deben salir sí o sí, en cambio la mujer está diseñada para retener líquido y grasa en mayor proporción que los hombres. De ahí la temible celulitis (risas). Estas características que parecen estrictamente biológicas, podemos extrapolarlas a otros ámbitos. En la vida cotidiana, la mujer no tira casi nada: guarda alimentos en la heladera por si puede usarlos en otra comida, nunca vacía su cartera repleta de cosas "por las dudas", guarda ropa y cosas viejas por si las necesita algún día, cuando viaja pone en la valija cosas por si llueve, si hay sol, si hay viento, si hace frío. También "retiene" los primeros dibujos de sus hijos en la escuela, no se desprende de la primera flor o carta de amor que recibió. Somos incapaces de desprendernos de cosas que tienen un valor afectivo. Somos más lentas que los hombres para olvidar y desprendernos de los conflictos y pasar a otra etapa. Los hombres, en cambio, están centrados en un objetivo, y pueden pasar de un objetivo a otro con mucha rapidez. Se desprenden fácilmente de los conflictos afectivos, y avanzan. Piensan que no ganan nada con preocuparse con las cosas que no pueden solucionar.
—Las feministas sostienen que fue una larga cultura machista la que relegó a la mujer a ciertos roles. ¿No cree que hubo alguna influencia?
—No, porque las conclusiones que yo planteo en la investigación no tienen misión de juicio. No hay características que sean mejores o peores. La estructura machista o la feminista tiende en la base a la descalificación del otro. Lo que se descubrió en la investigación —independiente de lo que yo pueda o no plantear— tiene que ver con la valoración de lo femenino y lo masculino en términos reales, no como un juicio de cuál es mejor. Si una mujer decide quedarse en la casa, eso no la hace menos que alguien que esté trabajando afuera en términos públicos. No hay un valor de juicio. Al contrario, por eso el libro se llama ¡Viva la diferencia! (... y el complemento también). Lo que planteo es el aprender del otro, y no competir con el otro.
—Casi todos los protagonistas de la historia fueron hombres. No hace demasiado tiempo que la mujer empezó a ascender en la escala del poder político o empresarial. ¿A qué se debe?
—Yo creo que las mujeres tenemos un techo de vidrio propio, que nos autofrenamos en el tema del logro laboral por otra cosa: que las mujeres necesitamos sentirnos necesarias, y por lo tanto nuestro mundo en lo emocional es muy importante. Si alguna tarea cotidiana a la mujer le causa agobio o no le gusta, ¿qué hace? Se queja, protesta constantemente, llora, pero no la deja de hacer. "Nadie lo hace mejor que yo", dice. Es como si su identidad o su autoestima estuvieran determinadas por lo que ella hace, y no por lo que ella es. Por lo tanto hay mucho de autoboicot en el mundo femenino para no ascender. De autoboicot y de miedo.
—¿Cómo se modifica eso?
—Si la mujer rompe ese techo de vidrio, rompe las culpas, y logra disfrutar del presente sin sentirse indispensable —pero sí necesaria— ella puede llegar adonde quiera llegar. Yo confio en la meritocracia. Y eso no tiene género. Pero la mujer tiene que aprender a soltar, para que cada uno de los miembros de la familia se hagan responsables de lo que le corresponde a cada uno, y no hacerse cargo ella de todo lo que pasa dentro de la casa. Hay algo humorístico como, por ejemplo, que el 70% de las mujeres adultas consultadas, no cerraba la puerta del baño para hacer pipí, porque podría ser requerida para algo.
"EL HOMBRE NO PUEDE CONCENTRARSE EN VARIAS COSAS A LA VEZ"
—Usted dice que la mujer necesita sentirse necesariay el hombre necesita sentirse admirado. ¿La mujer no necesita sentirse admirada?
—También necesita ser admirada. Y el hombre también necesita ser necesario. Pero en porcentaje mayoritario, las cosas se dan así. El hombre es más egoico, más centrado en sí mismo. Eso no los hace malos o egoístas. Pero el hombre tiene que aprender a retener, a preocuparse más por los afeaos, por las personas que ama. Entender que las cosas se consttuyen de a poco, y no solamente sobre la base de objetivos logrados. En ese sentido, podemos decir que la mujer valora más el proceso emocional que los objetivos. En cambio, el hombre valora más el objetivo, y no considera de importancia los procesos emocionales. Un ejemplo simple es cuando van juntos a un supermercado. El hombre irá directamente a los productos que le hacen falta. En cambio las mujeres recorrerán todos los pasillos para descubrir alguna otra cosa que podría embellecer su casa o mejorar el confort de los suyos. Esto los hombres no lo entienden. Ni lo aceptan.
—Eso tiene que ver con otra cosa que usted sostiene: que el hombre es monofocaly la mujer multifocal.
—Sí. Los hombres tienen la capacidad de centrarse en una sola cosa. En cambio las mujeres, ncurológicamcntc, tienen capacidad para concentrarse en varias cosas a la vez. Es frecuente ver a las mujeres mirando televisión, planchando, hablando por teléfono y, al mismo tiempo, revisando el cuaderno de sus hijos. A los hombres, en cambio, no les gusta ver televisión y hablar al mismo tiempo, porque eso significaría desconcentrarse de una de las dos cosas, y lo pondría de muy mal humor. A veces, por ser multifocalcs, las mujeres podemos ser mis imprccisas.Y nos cuesta llegar a objetivos más concretos. Pero eso no quiere decir que no los logremos. Nosotros valoramos más los detalles, por lo tanto nos podemos ir demorando más, pero no porque seamos más lentas, sino que frente a cada objetivo, vamos mirando una multiplicidad de detalles, y en eso vamos considerando distintos aspectos que los hombres muchas veces no ven. Y al final, nuestras decisiones pueden terminar enriquecidas.
—Todavía, a igual trabajo, las mujeres cobran menos sueldo. ¿A qué lo atribuye?
—Eso forma parte de una cultura machista absoluta que pretende compensar esas diferencias con el pre y post natal. Y que castiga a la mujer en la edad fértil, en la etapa reproductiva. Pero eso no tiene nada que ver con mi investigación. Eso tiene que ver con una estructura machista y patriarcal que muchas veces las mujeres reforzamos. Cuando yo hablo de igualdad, no hablo de equidad, ni de igualdad de oportunidades, que son dos cosas superdistintas. Por la equidad y por la igualdad de oportunidades yo voy a pelear toda la vida, porque es en base al mérito que la gente tiene que ser medida y no en base a su condición de genero o su condición sexual. Decir que hombres y mujeres somos iguales, es un error en términos psicológicos, porque sino no aprendemos del otro. Y porque lo que genera esta supuesta igualdad es una competencia que está enmarcada desde la rabia. Afortunadamente, somos distintos.
EL ANTES Y EL DESPUÉS DEL SEXO
—Usted dice también que la mujer es auditiva y el hombre es visual. ¿Cómo se manifiesta eso?
—Fundamentalmente, en que los hombres son más adictos a la pornografía, y las mujeres al chat. La connotación que le damos las mujeres a lo que escribimos o nos escriben, depende más de las variables emocionales y afectivos y no de un criterio objetivo expresado en la conversación. Nosotros necesitamos que nos digan que nos quieren, que nos vemos bonitas. Los hombres necesitan "ver" a una mujer contenta. Los hombres se manejan de acuerdo al impacto visual que le generan las cosas, y en base a eso juzgan y evalúan. Por lo mismo, no tienen intuición, o la tienen mucho menos desarrollada que nosotras. Porque nosotras, al no ser visuales, y al ser auditivas, y más bien sensitivas, nuestra forma de percibir el mundo tiene que ver con claves que el hombre no percibe. No es casual que no haya pro-liferado la ropa interior masculina a la par de la femenina. Nosotras somos mucho más capaces de percibir las energías de un lugar o la buena o mala vibra de alguien, que los hombres. ¿Por qué los hombres no pueden percibir esas energías? Porque no tienen códigos visuales que las representen.
—Un ejemplo.
—Desde lo biológico, el hombre ve todo lo que produce. Él ve alando hace pis, él ve cuando está excitado porque hay una erección. El ve cuando termina el acto sexual porque hay una eyaculación y hay un producto que él genera, hay un logro, hay un objetivo cumplido. En cambio las mujeres, cuando vamos al baño, sentimos y escuchamos que estamos haciendo pipí, pero no lo vemos. Una mamá atando amamanta y da el pecho, objetivamente ella no ve la leche. Ella siente que la guagua (bebé) succiona. Cuando estamos excitadas sexualmente, no hay nada que indique que nosotras nos excitamos, sino que liay una sensación que nos hace traducir que eso está oai-rriendo. Cuando tenemos un orgasmo, tampoco hay nada biológico que yo pueda observar nítidamente, a no ser que sea una experta en fisiología (risas). Por eso, el orgasmo lo podemos fingir o exagerar, porque no hay recursos visuales para comprobarlo. Podemos ser eternamente mentirosas y nadie nos va a pescar (risas).
—¿Y cómo es la actitud de un hombre y una mujer frente al sexo?
—Las mujeres aprecian más el antes y el después que el durante. El durante es el que más tiene que ver con la penetración, que es un objetivo masculino. En el fondo, no es que las mujeres no gocen durante, pero el durante es un tema masculino. Está centrado en el objetivo que el hombre tiene que cumplir, que es la penetración. El preámbulo y los arrumacos posteriores, es lo que le da a la mujer la sensación de que es querida. La penetración en sí misma, sola, si no se vive el antes y el después, se puede traducir como una utilización sexual, y no en la valoración de una intimidad y en compartir un mundo íntimo en forma más profunda.
"LA MUJER ES MAS DEPENDIENTE QUE EL HOMBRE"
—La supuesta liberación femenina, ¿no aumentó la carga de responsabilidad de las mujeres, que deben cumplir un doble turno si trabajan afuera?
-No es que la mujer esté más agobiada de responsabilidades. Lo que nos falta a las mujeres —y es el desafío de la mujer del siglo XXI, a mi juicio y de acuerdo a la investigación— es tener la capacidad de disfrute de lo privado y de lo público. Mientras nosotras sintamos que todo es un peso y una carga, donde somos víctimas de una doble jornada, evidentemente todo se hace más difícil. Yo creo que el tener que salir de la casa para traer dinero, no lo tendríamos que sufrir como un peso. Eso tendría que ser un privilegio, algo que debiéramos hacer gozosamente y no victimizándonos.
—¿Pero la mujer no siente más culpa al dejar a sus hijos solos?
—Por supuesto. Pero yo creo que la culpa tiene que ver con la poca capacidad de conexión con el presente. Tenemos que aprender de los hombres a disfrutar del trabajo. Estar preoaipada por los que amamos por qué no puede ser un privilegio, por qué tiene que ser un peso. Por qué no puedo desde mi oficina preocuparme por que le den el antibiótico cada 8 horas a mi lujo, por ejemplo. Y sentir también que desde la motivación del trabajo, le estoy dando a mi hijo un testimonio de vida. Es importante que ellos vean esc esfuerzo y esa validación.
—De la lectura de sus libros, la mujer aparece más dependiente del hombre, que el hombre de la mujer. Ellos se separan, por ejemplo, y rápidamente encuentran una reemplazante sentimental. —Es que nosotras somos más dependientes en general de todos los vínculos emocionales, no solamente del hombre. La mujer está contenta cuando la gente que ella quiere está bien con ella. Y los hombres, como están demasiado centrados en los objetivos, pueden trascender los afectos.
Para ellos es más fácil cerrar y dar vuelta la página, así pueden seguir avanzando Si te fijas en las calles, siempre vas a ver más mendigos hombres que mendigas mujeres. Eso tiene que ver con que como los hombres siempre están preocupados en los objetivos, y nunca cuidaron los afectos, a la larga muchos de ellos terminan solos y enfermos. En cambio las mujeres, como siempre nos hemos preocupado de los detalles y de los afeaos, vamos a terminar acompañadas por alguien que nos va a cuidar de viejas, digamos.
—Usted habla de "¡a violencia del silencio" en una pareja. ¿Qué daña más, la violencia psicológica o la física?
—La violencia psíquica es más destructiva y a la larga puede ser peor en términos de consecuencia. La violencia física, explícita, genera daños, pero yo sé a quién me enfrento. Pero esta cosa de desconfirmar la existencia del otro, de decir: "Tú no estás, ni no existes, yo no te veo, no hablo contigo" es mucho más dañina porque tiene que ver con un atentado a la profunda identidad del ser. Y eso tiene consecuencias muy serias a lo largo de la vida.
"APAGUEMOS LAS PANTALLAS"
—Vayamos a los jóvenes. ¿Por qué cree que consumen cada vez más alcohol y drogas?
—Fundamentalmente porque los adolescentes no tienen habilidades sociales que les permitan reírse a carcajadas sin estar borrachos. No saben cómo se hace. No saben entretenerse. Nadie se los ha enseñado, porque no les hemos enseñado a conversar. Desapareció definitivamente la sobremesa. El déficit emocional, la falta de habilidad social es lo que hace que hoy expresen todo en un teclado, y no lo puedan hablar de frente. La hipocresía de los pósteos, del fotolog o de cualquier página donde puedan decir atrocidades —sin tener idea del daño que producen, escudados en una cobardía y en un disfraz horroroso— hace que cuando están frente a frente al otro, no sepan cómo hablar. No sepan qué decir. Y para eso es indiscutible que el alcohol y las drogas les dan una ayuda indiscutible, porque les facilita la posibilidad de conversación, de reírse, de mirarse a los ojos, de poder entrar en una mtimidad sexual sin tener mucha conciencia. De aislarse del mundo adulto o de las responsabilidades que tan malamente le estamos mostrando a ellos, y que tendrán que enfrentar algún día. Porque los jóvenes no quieren copiar a una generación —dicho por ellos— que no hace nada importante, sólo cosas urgentes. Que anda enojada todo el tiempo. Que olvidó los ideales. Que trabaja todo el día y no sabe por qué. Y que les cobra todo el día un esfuerzo y cansancio que ellos no pidieron. Un mundo donde las pantallas están inundando las casas.
—Queda poco tiempo para el diálogo.
—Las pantallas inundaron nuestras casas. Los que ejercemos el control sobre las pantallas somos nosotros. Nosotros somos más evolucionados que las pantallas. Podemos decidir cuándo las prendemos, qué vemos, cuándo las apagamos para darle un espacio a la conversación. Cuándo apagamos un teléfono celular.
Paradójicamente, dejamos de comunicarnos en un mundo que invita a la comunicación. Es como que los seres humanos nos hemos quedado callados y las pantallas empezaron a hablar. Cambiar eso depende de los padres. Tienen que entender que los que gobiernan la familia son ellos. Que tienen que recuperar la autoridad que perdieron en pos de tratar de ser amigos de sus hijos. Es un tremendo error. En la medida en que los padres vuelvan a gobernar las casas y vuelvan a establecer límites y a decir "no", y vuelvan a hacer valorar la escasez, a valorar lo poco para poder gozar de lo mucho, los jóvenes recuperarán los valores y un temple firme y sólido. Urge perderle el miedo al conflicto con los hijos. Hay que pagar ese costo, si uno quiere ayudarlos a crecer.
—A esa adicción a la pantalla usted la llama "lageneración on-off".
—Exacto. Lo traté en mi otro libro No quiero crecer. Todo lo prenden y todo lo apagan, y esperan que el mundo funcione igual. No quieren esperar, lo quieren todo y de inmediato, no saben aburrirse, no son disciplinados, tienen escasa tolerancia a la frustración. Por eso establecen relaciones afectivas rápidas, intensas, pero fácilmente descartables. Les estamos haciendo la vida demasiado fácil, y la propia vida se encargará de demostrarles lo difícil que es, si no hay aprendizajes previos. Ellos no saben que el aburrimiento puede ser muy creativo. Lo fue en nuestra infancia, donde no había tantas cosas y teníamos que inventar juegos caseros. No tengo una visión muy negativa de los adolescentes. Creo que es una generación muy verdadera, pero confundida. Sin ídolos o modelos a seguir. Pareciera que el rol de la familia hoy es tener la mayor cantidad de cosas posibles, porque sólo así podremos ser felices. Falta espiritualidad. Estos jóvenes manejan todo, salvo la propia vida. Y buscan todo afuera.
—¿Le gustaría volver a enamorarse, Pilar?
—A mí me ha tocado una vida muy difícil. He tenido muchos dolores y por lo tanto aprendí hace mucho que no puedo decir lo que quiero que pase.
Por: Renee Sallas
lunes, 7 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
Construyendo la esperanza
VEJEZ por Alfredo Moffat
La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta
etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos
estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que
se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes
me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial:
el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el
dulce de leche y la crema chantilly…)
Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre
angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el
pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y
no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta
años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me
convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me
pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la
otra.
El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada
como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos
más.
Acá en la Argentina tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre
Mirta, para conservar la juventud debe usar una máscara de cirugía y
no está gozando de esa edad.
Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido
muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro
con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy
respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en
esa edad, era creíble.
También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que
estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas
y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles
cosas. El que vio la película casi hasta el final, sabe perfectamente
cómo es, y puede avisarle a los otros cómo viene la mano de la vida.
Pero en la Argentina , cuando llegás a esta etapa, te meten en un
geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para
construir el futuro.
En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos
años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los
viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el
Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de
partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los
cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había
transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar
nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí , en el
proceso de vida, se respetan todas las etapas.
En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo
que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres
humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos
tienen que ser jóvenes y lindos.
Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es
joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros
atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a
tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la
creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la
rebeldía.
Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas
estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las
crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen
en el viaje de la vida.
La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y
uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el
abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la
guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el
abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una
abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión
necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo
imaginario...
En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy
importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la
información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se
complementan.
En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son
marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla
de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los
tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen
todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.
En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy
rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la
creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y
haberla entendido. Es como el que viajó mucho y ahora puede ver el
panorama del viaje.
La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces
tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De
todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es
un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene
características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los
humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del
útero a la tumba.
Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años,
y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón
anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la
esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la
esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y
se arroja adelante como esperanza.
Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le
tienen miedo a la vida.
Alfredo Moffat - Psicólogo
“Terapia de Crisis. La emergencia psicológica”
La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta
etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos
estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que
se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes
me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial:
el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el
dulce de leche y la crema chantilly…)
Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre
angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el
pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y
no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta
años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me
convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me
pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la
otra.
El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada
como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos
más.
Acá en la Argentina tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre
Mirta, para conservar la juventud debe usar una máscara de cirugía y
no está gozando de esa edad.
Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido
muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro
con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy
respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en
esa edad, era creíble.
También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que
estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas
y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles
cosas. El que vio la película casi hasta el final, sabe perfectamente
cómo es, y puede avisarle a los otros cómo viene la mano de la vida.
Pero en la Argentina , cuando llegás a esta etapa, te meten en un
geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para
construir el futuro.
En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos
años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los
viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el
Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de
partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los
cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había
transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar
nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí , en el
proceso de vida, se respetan todas las etapas.
En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo
que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres
humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos
tienen que ser jóvenes y lindos.
Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es
joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros
atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a
tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la
creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la
rebeldía.
Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas
estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las
crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen
en el viaje de la vida.
La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y
uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el
abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la
guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el
abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una
abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión
necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo
imaginario...
En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy
importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la
información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se
complementan.
En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son
marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla
de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los
tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen
todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.
En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy
rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la
creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y
haberla entendido. Es como el que viajó mucho y ahora puede ver el
panorama del viaje.
La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces
tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De
todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es
un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene
características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los
humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del
útero a la tumba.
Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años,
y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón
anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la
esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la
esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y
se arroja adelante como esperanza.
Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le
tienen miedo a la vida.
Alfredo Moffat - Psicólogo
“Terapia de Crisis. La emergencia psicológica”
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