Se fue el número 8 del año. Tiene mucho que ver con parte de mi vida ese mes. ¿Por qué?
Pues porque nació mi madre, se casaron mis padres, mis hermanos, nací yo.
Es un mes invernal en este lado del mundo, con días lluviosos, grises, ventosos, de temporales. Con cielos muy azules si el sol brilla y es entonces, que buscamos la suavidad de su calor, para imaginar todos los años, la próxima primavera.
Sin embargo yo lo he vivido como si fuera el ocho del Parque Rodó. De repente tengo días donde mi yo resplandece y ando por las curvas y las alturas. Y otros, donde desciendo de golpe a nostalgias que me entristecen.
Entonces...abro las ventanas de mi casa y busco a esos otros seres vivos que me acompañan.
¡Ahí están! Floreciendo de nuevo. Y mi patio se llena de amarillos por la Retama; de blancos por el Jazmín del país; de rosados por la Santa Rita. Y el rosal comienza a tener nuevas hojas y algunas rosas amarillas.
He pensado y expresado varias veces que me mudaría, y, cuando estoy entre ellos, me apena saber que me acompañan y yo los deseo abandonar.
¿Encontraré en otro sitio tierra tan pródiga como ésta donde he sembrado mi jardín?
¿Tendré voluntad para crear en otro espacio nuevas vidas que me acompañen?
¿Sentiré estos mismos perfumes que me regalan las flores? Porque lleva tiempo, dedicación, amor, sembrar y organizar los espacios verdes de la vida.
Me siento cansada de iniciar caminos que han quedado para mí como el 8, cerrados, en cruces, que unieron y separaron vidas.
¡Si hasta en la caja de jubilaciones me han dicho que cuando me retire será en ese mes!
Por suerte pasó, como la vida. Otra primavera se aproxima, otras ilusiones renacen, otros días vendrán, otros,otros,otros...
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