El budismo Zen se originó en China a mediados de la dinastía Tang. No es la forma de budismo que tuvo su origen en la India, porque su origen fue diferente. Es una combinación de sicología china y de filosofía india que contiene no sólo las extremadas profundidades de la filosofía india, sino también el modo más práctico de demostrar las enseñanzas abstractas de la India.
Por budismo se entiende generalmente las enseñanzas dadas por Buda, sin embargo no es solamente eso, sino Buda mismo. Las enseñanzas de Buda son resultado de lo que Buda experimentó; para comprenderlas tenemos que ir a la fuente de la experiencia; tenemos que pasar por las mismas experiencias que él pasó o , por decirlo de otra manera, las enseñanzas de Buda deben llegar a ser la expresión de nuestra propia experiencia.
¿Qué fue lo que experimentó Buda? Según la leyenda, desde muy tierna edad sintió desasosiego ante el problema de la vida y de la muerte. Esta noción proviene de la mentalidad hindú, pues los hindúes están preocupados por el ciclo de la vida y de la muerte, o como nosotros podríamos decir hoy día, por la bifurcación del sujeto y el objeto. Cuando nos enfrentamos con esta bifurcación, cuando el sujeto y el objeto se oponen el uno al otro, el resultado es la ansiedad y el temor de que padecen todos en Occidente, y no sólo en Occidente, sino en el mundo entero.
Este problema preocupó a Buda tan hondamente que no pudo seguir viviendo su vida ordinaria, sino que, abandonando su vida palaciega y a su familia, se fue a vivir a la selva de las faldas del Himalaya. Pasó varios años estudiando bajo los filósofos, en consecuencia, recurrió a la disciplina moral y a las prácticas ascéticas.
El Zen está más allá del reino del intelecto, nos encontramos tan intelectualmente impregnados que no hay palabra que salga de nuestros labios que no pertenezca ya al intelecto. El intelecto implica tiempo, sin tiempo no es posible vivir; sin embargo, detrás de lo temporal está lo perdurable.
Buda halló que la causa del sufrimiento en esta vida es el apego a los objetos de la percepción. Nos apegamos a las cosas; no solamente a las cosas, sino a las cosas como si existieran permanentemente. Nosotros nos apegamos al yo insconscientemente, y aún en los casos en que nos consideramos más altruistas, la noción misma del altruismo implica el yo. Es muy difícil ser consciente del yo y, al mismo tiempo no serlo.
La doctrina de Buda es la doctrina del devenir, o, lo que es lo mismo, del cambio continuo.
Conforme vemos, en este mundo todo cambia, todo es transitorio; Buda enseñó que esta transitoriedad proviene de que todo es compuesto. Como todo es compuesto, todo está sujeto a descomposición, lo cual significa alteración. Pero si todo cambia, si no hay cosa alguna que pueda llamarse permanente, ¿por qué nos apegamos a ello?
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